viernes, 2 de septiembre de 2011

Hans Küng: trayectoria y obra


...La preocupación eclesial fue, si nos atenemos a una secuencia cronológica, el segundo gran frente al que consagró sus energías nuestro joven teólogo. Seguimos en la década de los sesenta. En la actual anemia eclesial resulta difícil imaginar el entusiasmo y la esperanza que suscitaron libros como Estructuras de la Iglesia (1962) y La Iglesia (1967). Küng dibujaba el perfil de una Iglesia humilde, fiel al mensaje de Jesús, atenta a las necesidades del mundo y siempre dispuesta a renovarse. Una Iglesia profética y abierta a los signos de los tiempos. Una Iglesia valiente que contempla, en actitud de conversión, los abultados errores de su pasado. Este fue el sentido de las controvertidas obras ¿Infalible? Una pregunta (1970) y Falible. Un balance (1973). Estos libros contienen una propuesta muy evangélica que continúa manteniendo toda su vigencia: lo nuestro no es la ausencia de error (infalibilidad), sino la permanencia en la verdad (indefectibilidad) a pesar de nuestros errores y pecados históricos. Küng vio en la infalibilidad un factor de inmovilismo y de innecesaria servidumbre a las decisiones magisteriales de un pasado muy lejano. De ahí que propusiera volver a estudiar tan controvertido tema.

Küng es fiel a la Iglesia. Ni en los peores momentos pensó en abandonarla. El suyo es un servicio crítico, vigilante, incómodo y arriesgado, pero necesario, imprescindible incluso. El Papa Pablo VI le hizo, en 1965, poco antes de finalizar el concilio Vaticano II, una “oferta de trabajo” que hubiera podido cambiar su biografía. Lo cuenta, con envidiable maestría literaria, el mismo Küng en el primer volumen de sus Memorias, Libertad conquistada (p. 553 ss.).

En el transcurso de una entrevista privada, Pablo VI le dice: “Cuánto bien podría hacer usted (...) si pusiera sus grandes dotes al servicio de la Iglesia”. Küng le responde: “¿Al servicio de la Iglesia? (...) Santidad yo ya estoy al servicio de la Iglesia”. Pero el Papa se refería a la Iglesia específicamente romana y añadió: “Debe confiar en mí”. Respuesta de Küng: “Yo tengo confianza en Su Santidad, pero no en cuantos están en su entorno”. El Papa Montini le sugiere que no sería necesario que estuviese de acuerdo con todo lo que sucede en la curia romana. Bastaría con adaptarse un poco, con practicar una cierta conformidad...

Küng sospecha que una oferta parecida debió de recibir, por aquellas mismas fechas, el otro gran teólogo joven del momento, su compañero Joseph Ratzinger, con resultados de sobra conocidos. No tendría sentido, en este momento, echar a pelear biografías. Nuestro relato se limita a evocar la trayectoria religiosa, intelectual, académica de nuestro nuevo doctor honoris causa.

Continuemos.

EL ACCESO A JESÚS DE NAZARET

Pero la Iglesia no se sustenta en sí misma. El entusiasmo eclesiológico que levantó el Vaticano II tenía, necesariamente, una cita con la cristología. Küng fue de los primeros que se dieron cuenta de ello. Su preocupación eclesial cedió el testigo a la preocupación cristológica.

Estamos en lo que podríamos llamar su “década prodigiosa”. En 1974 vio la luz uno de sus libros más geniales: Ser Cristiano. Era –sigue siendo– una obra repleta de información histórica y pasión creyente. Jesús, su historia y su mensaje se acercaron a los hombres y mujeres del siglo XX. Nuestro pasado cristológico, con sus grandes concilios y decisiones magisteriales, mantenía toda su vigencia. Se afirmaba lo de siempre, pero se expresaba de forma diferente. Küng no partía de fórmulas abstractas. Su punto de partida era el gran protagonista de la aventura cristiana: Jesús de Nazaret. Desde él se puede mirar hacia atrás y hacia adelante, hacia Calcedonia y hacia el siglo XXI. El entusiasmo fue generalizado. Sólo disintió una voz: la del magisterio. Los guardianes de la fe parecieron pensar, sin duda con buena fe, que lo genuinamente cristiano sólo es reconocible en fotografías muy antiguas. Desconfiaron del color, de la innovación, de la chispa, de la originalidad, de la libertad que reflejaba esta obra.

Küng no engaña al lector. Le advierte, desde las más radicales exigencias exegéticas, que nuestros conocimientos sobre Jesús son muy limitados; pero, al mismo tiempo, asegura que son suficientes para servir de soporte a una fe razonable y crítica. Es posible ser cristiano y hombre o mujer del siglo XXI. Fue, probablemente el libro de teología más leído del siglo XX.

DIOS, EN CLAVE FILOSÓFICO-TEOLÓGICA

El logro cristológico de Küng fue de enorme alcance. Pero el teólogo sabe que tiene siempre una cita con lo último de lo último. San Pablo dice que Cristo es de Dios (1 Co 3,22). Dios es, en efecto, el asunto final de la teología, su noche y su día, su prueba máxima. Küng se abrió a este reto en su libro ¿Existe Dios? (1978). Fue, siguiendo con nuestra enumeración de preocupaciones, su preocupación teológica. Alguien escribió por aquellos días que la investigación histórico-filosófica que subyace a esta publicación podría ser la obra de toda una vida. En efecto: estamos ante un libro poderoso que recorre el currículum de Dios desde que se desencadenaron las turbulencias de la Modernidad. A sus páginas se asoman todas las sacudidas experimentadas por Dios desde que Descartes, el primer filósofo moderno, dio vía libre a la duda. Es un recorrido apasionante, para el que no se exige el carné de filósofo. De nuevo se ponen al alcance del lector cuestiones arduas y especializadas.

Ante la mirada de un lector atónito se recrea, a lo largo de mil páginas, la vida y pensamiento de Descartes, Pascal, Spinoza, Kant, el idealismo alemán, Feuerbach, Marx, Nietzsche, Freud, Wittgenstein, la Escuela de Frankfurt, Heidegger y un largo etcétera. Hombre profundamente creyente, Küng desea compartir su fe y confianza en Dios con sus contemporáneos y, a ser posible, con los que vendrán más tarde...



Fraijó Nieto, Manuel
Hans Küng: trayectoria y obra
Utopía y Praxis Latinoamericana, vol. 16, núm. 52, enero-marzo, 2011, pp. 105-113
Universidad del Zulia
Maracaibo, Venezuela
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